martes

15 minutos.

Eso es lo que tengo para redactar en esta entrada antes de salir. 


Si hubiera un otro, me gustaría decirle todas las cosas sin peros en la lengua.
Si hubiera un otro, me gustaría contarle todo lo que sé y lo que no sé.


Si hubiera un otro, simplemente me gustaría hablar sin sentirme tan estúpida por un buen rato.


Si hubiera un otro, probablemente no necesitaría hablar, porque mi persona habla por sí misma. No necesito abrir la boca para que sepan que no confío en mí, no necesito emitir sonido para dar cuenta de que soy hermética en un sentido extraño. Pero no es lo mismo decirlo una misma, transformar esos pensamientos silenciosos en algo tangible, por decirlo así.


Si hubiera un otro, me gustaría decirle que ya últimamente no lloro como antes, sino que lloro con escándalo hasta por el pensamiento más mínimo. Si hubiera un otro, me gustaría decirle que nunca antes me había funcionado pensar en otra cosa para evadir lo que pensaba o sentía, pero que ahora me es inevitable hacerlo para no explotar en el momento menos indicado.


Si hubiera un otro, me gustaría decirle que si pudiera volver y elegir de nuevo, no lo habría hecho. De que estoy cansada de dar pena, de que estoy cansada de querer evitar a la gente porque sé que no le contaré nada bueno mío, sino que me quedaré entrampada en todo lo mal que me siento y que me he sentido de un tiempo a esta parte, y que esos recuerdos bonitos lamentablemente no son suficientes para cubrir lo demás que englobo, arrastro y manoseo.


Me gustaría decirle que no sé qué mierda estoy haciendo parada, y que no sé qué mierda estoy haciendo ahí metida. Me gustaría gritarle que estoy cansada de combatir con algo que sé que no va a volver a ser lo mismo,  que ya no saco nada hablando de cosas porque simplemente no calzan en el imaginario de alguien más. 







Me gustaría decirle que sí sé que soy una cobarde.
Me gustaría decirle que me encantaría ser valiente por un momento, fuera para lo que fuera, pero serlo realmente.

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