miércoles

plague


Lo siento, Alicia, pero no me gustas mucho con el pelo lila.
Pero igual te amo.-

viernes

perdida


Soñé que aparecía en Brasil, en un barrio que estaba a las faldas de un cerro, pero cercano a la playa de alguna manera. Yo andaba en mi bici y me era raro estar ahí, la poly me decía mira, ahí va moisés, él vive acá ahora y yo me acercaba a él a conversarle, pero no conversábamos nada, nos quedabamos mirando las caras. Después veía que la cata c. estaba viviendo con las chiquillas de síntoma ahora ahí también y yo decía "wow, cómo les cambió la vida (y a mi nada)" y me llevaban a su humilde morada para mostrármela. Yo después iba sola en bici como a un "centro" de ese barrio, que era como la weá que hay ahora en plaza ñuñoa subterránea pero que es abierta, habían muchos puestos comerciales de carrito sí, y yo dejaba mi bici apoyada en un estacionamiento de bicis pero sin amarrar. Cuando volvía no la encontraba, iba donde las niñas a contarles, y resulta que ese subterráneo comercial cuando cerraba, quedaba bajo cemento, como si ahí no hubiese habido nada y uno transitaba por la superficie plana. Y nadie sabía cuándo iban a abrir y yo decía "para ese entonces mi bici se habrá perdido para siempre" y me daba mucha pena. Me preocupaba demasiado que ahí yo tenía mi plata, mi carnet y mi pasaprte en un banano que dejé colgando en el manubrio y no sabía cómo lo iba a hacer para volverme a Chile. Pasaba el rato ahí esperando que abrieran pero no pasaba nada. Una noche, el suelo se abrió y estaban los locales, yo bajaba a ver si mi bici andaba por ahí. Encontraba una muy parecida pero como para niña, e igual me la quería llevar, pero la niña chica dueña llegaba a reclamarla y forecejéabamos un poco. Hasta que me daba por vencida y estaba muy preocupada. Der repente... las luces de la noche comenzaron a bajar y los rostros de las personas de a poco se empezaban a volver de calavera. Me daba más miedo que la cresta y corría con todas mis fuerzas a la casa de las niñas esperando que los esqueletos no me hicieran nada. Estaba tan asustada que me ponía a llorar y empezaba a llamar a un loco que vivía con las niñas que yo no conocía, pero sabía que alguien como él estaba ahí. Él llegaba y no era calavera, me abrazaba y me decía que todo iba a estar bien mientras yo lloraba de la angustia. Fue aliviador que apareciera, en ningún sentido amoroso.