martes

tomate.

Pero ahora no tanto. Cuando recién me alcanzó el pelo para hacerme una cola luego de cortarmelo bien corto, parecía un tomate. Mi redonda cabeza y el moño eran las hojas puntiagudas características de un tomate. Aunque yo quiero tenerlo largo puntiagudo como ibuki, pero falta mucho para eso.

Fome. Fome no más. Nunca tuve una modelo para mis foto-aficiones, por ende yo era mi propia modelo. Alguna cosa entrete salió. Pero no. Yo no soy modelo, no soy fotogénica. Las fotos decentes salen después de mil años y aparte son mentirosas, me veo bien, me veo flaca, me veo lampiña y no. Son una gran mentira.

La idea de en una imagen decir "hey, este soy yo, aquí estoy, así estoy ahora". Pero no tiene sentido, en cualquier disparo que tome esta super mega pro cámara digital, tan buena que graba videos sin audio y chupa las pilas a los 5 minutos, le hago un preview y me digo "si viera esta foto en otra persona la encontraría flaite (en el sentido de mula, fome, desaliñada)". Entonces es como... nada. Esta soy yo, igual de fome, más gorda, con la misma cara de amargada que me ven y sin ni una buena idea o sonrisa para una simple foto.

Una vez me dijeron que era tan volatil, y no es tan sólo en la metáfora. Mis piernas no me acompañan, o quizás yo no las acompaño a ellas. Están separadas de mi cuerpo, me cuesta controlarlas, por ende es un movimiento falto de peso y de gravedad. Y eso me falta. Chantarme y saber cómo moverme o no moverme de ahí (e manera verosímil y verdadera).

Y también gritar. Pero de gritar hablaremos en otra ocasión.

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