jueves
Reticencia
o "(casi) Me resfriaste" en habla cotidiana.
Había escrito un borrador como si te hablara a ti,
pero es inconsecuente porque no es algo que fueramos a hablar
(nunca lo hemos ni hablado - ni nunca pasará creo)
como si te hablara algo que estoy segura que jamás te diría.
por ende voy a cambiar al sujeto, y me voy a referir a él,
no a ti, a ti te voy a contar sobre él, no eres tú, es él.
Casi me resfría, casi me contagia.
Desde el virus de su lengua me dejó atorada de equivocaciones.
Me podría haber enfermado...
Hay un reticencia que murmura en mis oídos,
es una voz extraña que me dice las cosas que quiero pensar.
Los respiraciones se me deshacen en una reticencia claramente supuesta.
Aprendí que en el lugar equivocado nunca vas a encontrar lo que buscas...
o si ni lo estás buscando si quiera, eso que llegará a ti nunca va a encontrarte
si estás en el lugar incorrecto.
Sé que no lo quiero para mí, y sé que no me querría para él.
Sobre todo sé que él no me quiere para él y menos se querría para mí.
Pensar en la idea de poseerlo, en este momento,
en esta perpendicular donde me equilibro entre los trazos,
es algo que nunca ocurriría, que jamás pasará,
y sólo pensarlo me estresa,
siento mucha presión no resultar ser alguna musa,
ser lo suficientemente buena y bonita,
cuando a veces dejo de mirarlo fijo porque sé que me voy a hipnotizar...
y a la vez dejo de mirarlo fijo porque sé que el hechizo se puede quebrar.
Entonces pienso que no quiero tenerlo,
porque sé que no puedo tenerlo,
no puedo tenerlo porque sé que no quiero tenerlo.
Mis labios entonces, a esta edad, a estas alturas solo suspiran:
"puta la wea..."
Esto no es nada, es algunas cosas,
es algunas cosas y no son otras,
pero, ¿qué es?
No quiero que sea nada tampoco.
Él me cuenta una infidencia, una de esas personales,
me comenta que ni sabe por qué me lo cuenta a mí,
a mí,
a mí me es grato que la gente me confíe sus cosas,
me pone contenta conocer a la gente un poco más adentro,
a las personas como son,
y no como se supone que son,
como uno los ve,
como debieran ser, como se han condicionado de ser.
Él me cuenta ese pequeño mundo suyo y descubro algo que es.
Y eso,
eso creo que fue lo que ahora me mató.
Cuando estoy cerca de él no pienso nada de estas estupideces idiotas.
cuando estamos cerca todo es tan tan claro que no pienso nada de esto,
no siento nada de esto, desde un principio.
A veces contemplo las adormiladas cejas que pone cuando cierra los ojos
cuando habla de algo o canta algo.
En fin.
Creo que me enamoré.
No en un amor cerrado y monógamo y monotemático.
Yo al menos creo en el enamoramiento a la infinidad de cosas,
a la infinidad de las cosas.
Creo que él también lo es, un poliamoroso cualquiera.
Yo creo que me enamoré de él en su historia,
creo que me enamoré de ese hombre de esa historia que me contó.
Es como si ese individuo de la historia fuera el que te hace cariño con la yema de los dedos,
te da un beso tan suave cual comer el corazón de una sandía,
fuera el que se amurra, el que me discute, el que se vuelve adolescente,
y el que vuelve y me sonríe.
Es como enamorarse de un personaje de una novela.
Creo que me enamoré de una idea.
No de ti,
sino de la idea
de ti.
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